Esto mismo descubrió el actor Charles Chaplin, quien en su infancia no pudo ser más infeliz: con un padre alcohólico, una madre psicótica, hambre y angustia que le sumían en depresiones a sus ocho años de edad. Pero había algo dentro de él que le ayudó a sobreponerse: la alegría de vivir, de poseer eso que se llama “alma de niño” y que, según el actor y director, es la capacidad de encontrar “lo que hay de bueno en todo y todos”.
Mía buscó a los niños que viven dentro de personalidades públicas, adultos todos, para entender cómo se manifiesta dicho estado. Los entrevistados dijeron que no lo han perdido, mientras que vincularon ese conservar la niñez con la capacidad de soñar, de indagar, de preguntarse sobre lo que hay más allá de lo dado, de crear. Y también con el sentido del humor, la confianza en los demás, la inocencia y la virtud de no tomarse demasiado en serio los roles que se imponen en sociedad.
Destacaron también el ambiente: la familia, los amigos, la escuela, como factores que marcaron una niñez que se perfila más cuanto más se madura.
‘Me la pasaba imitando a todo el mundo’
Ramiro Serrano imitaba a todos: a la empleada de la casa, a la abuela y sobre todo a los profesores, muchos de ellos sacerdotes, del colegio San Calixto. Sus compañeros morían de risa cada vez que entraba en acción. A los 12 años, la energía de este paceño se canalizó en la música. En la academia Honner cantaba y actuaba. Hoy, como presentador de una revista televisiva, evita acartonarse. “Yo no me tomo muy en serio el papel, creo que la Tv es un medio de comunicación y entretenimiento. No he perdido mi ser niño y mantengo las ganas de vivir, la alegría... Soy un niño de 41 años”.
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